Empecé a trabajar a los 14, en los veranos, durante el receso
escolar, en la cuadra de una panadería que estaba en frente de la casa de mis
padres.
En el 82, luego del servicio
militar, trabajé en una imprenta como administrativo y dando una mano de vez en
cuando en tareas del taller.
En el 87, casado ya y con una
familia, busqué trabajo como todo el mundo yendo a entrevistas cuyas
convocatorias estaban publicadas en el diario. Escribía cartas, enviaba
currículums, me presentaba con mucha o poca fortuna. En uno de esos trabajos me
topé con un jefe de contaduría que reclutaba gente para su staff, que en la
primera charla me dijo que necesitaba personas “que empuñaran el lápiz como el
fusil y estuvieran en la trinchera desde que llegaban a primera hora hasta que
se iban”. Volvía a hacer el servicio militar obligatorio, obligado ahora por
otras circunstancias.
Mi estadía en el sector no
fue fácil. Tuve con éste jefe de área muchos discusiones poco agradables, por
su forma de conducir al personal, por su manejo, por su tono imperativo, por su
rigidez y por su falta de diálogo. Me pasaron a otro sector donde terminé
siendo encargado y de allí me fui para ocupar un cargo de jefe de créditos y
cobranzas en una empresa de otro rubro donde estuve en la función por 3 años.
Empecé a dirigir personas.
Empecé a buscar y a encontrar mi estilo.
Fui cambiando de empleos y de
cargos, ganando experiencia en distintas funciones hasta que llegué a dirigir
16 vendedores de un distribuidor mayorista de artículos de papelerías. Allí se
plasmó la idea inicial de cómo trabajar. Allí comencé a aplicar lo que yo
entendía como método, camino, allí comprobaba la validez de mi teoría.
Hoy soy jefe de Trade marketing
y dirijo a 21 personas. El sistema de trabajo es el que fui puliendo y
perfeccionando a lo largo de los años, para el cual me formé con cursos
presenciales, sitios virtuales, etc. Elegí el camino del coaching de acuerdo a
como yo lo entiendo, le di forma a mi concepto de que toda tarea es formativa y
post terciaria, que si alguien no aprende algo y no es mejor que cuando entró a
ocupar un puesto de trabajo, ése trabajo no le sirve.
Hace unos días, visitando
clientes, me encontré a la vuelta de las oficinas de aquel trabajo del 87. Dudé
unos segundos y me decidí. Me atendió un hombre de seguridad en la entrada. Le
dije que había trabajado allí y le pregunté por algunas personas que recordaba
y que ya no estaban en la compañía. Me dijo con una sonrisa que el que fue mi
jefe cuando ingresé es el jefe de créditos y cobranzas hoy. “No era un tipo
fácil”, “la gente que tiene a cargo dice lo mismo” me contestó con una sonrisa
cómplice. No me quedé a saludarlo.
Dos métodos, dos caminos.
Ambos ocupamos cargos con responsabilidad sobre otras personas. Ambos elegimos
una manera de trabajar con gente que responde a nuestras directivas y a nuestra
forma de llevarlas a cabo. Yo aprendí de él muchas cosas y entre ellas, que ése
no era el modelo que yo quería seguir cuando me tocase trabajar con personas y
dirigirlas. Y entendí también que las empresas eligen modelos de dirección y de
organización de acuerdo a sus propios valores y a sus exclusivos sistemas
operativos. Que personas con ambiciones de mariscal de campo también ocupan
puestos estratégicos y se consideran exitosas en lo que hacen.
Considero que elegí un camino
largo y más difícil para mí, pero más corto y ágil para quienes dirijo. Mi
equipo no empuña el lápiz ni se atrinchera y por sobre todas las cosas no vive
el trabajo como una guerra.