Un colega humorista me llamó preocupado porque su hijo
buscaba trabajo y me pedía si podía darle una mano.
Accedí con gusto. Fui a verlo a su casa. Llegó más
tarde de la hora pactada. Hablé con él. Le expliqué sobre la importancia de un
primer empleo en una compañía organizada, sólida. Una escuela de aprendizaje.
Quedó en enviarme un currículum.
Su padre me habló de la mala influencia de la madre
para dejar de aniñarlo y darle responsabilidades, de su lucha, de sus
diferencias. Lo escuché.
Nunca llegó el CV.
Hoy me volvieron a llamar de la empresa que buscaba a
alguien para ese puesto cuando yo le hablé al padre y al hijo.
Respondí: “Ya consiguió trabajo” y luego le envié el
texto al padre. A los dos minutos un llamado: “¿Podés demorar la respuesta?”
-No, ya respondí que había conseguido trabajo para que
no me llamen más.
Y luego de una pausa el mensaje.
Cuando recomiendo una persona tengo una responsabilidad
directa con quien me comprometo a presentarle a alguien que considero con potencial.
Con tu hijo no superamos el punto 0. Es una responsabilidad civil quedar pegado
con nombre y apellido por quien no pudo, después de tres meses, enviarme un CV.
Contale esta conversación y reenviale el texto. Puede ser un buen aprendizaje.
Ayer me enviaron: “Madurar
es lo que alcanzo cuando ya no necesito juzgar ni culpar a nadie de lo que me
sucede”.