Sucede cada tanto que cuando vamos a apagar la
computadora nos pregunta si queremos actualizar antes de cerrarse. En unos
minutos se ponen al día todos los programas instalados en ella. Las células de
nuestro cuerpo se actualizan de manera constante. Algunos órganos, como el
hígado, se reinician durante el sueño.
Muchas personas no se actualizan. Ingresan a un
trabajo y sueñan jubilarse allí. Pasan 30 años o más aprendiendo todos los días
nuevas cosas que ellos solo conocen. La empresa cierra, como cerró hace unos
días una en la que trabajé durante siete años exactos y los vendedores
encontraron trabajo en otra de manera inmediata, mientras que el personal de
depósito, los administrativos, los que cumplen funciones de maestranza, no. Pasan
a un estado de limbo, porque después de la pandemia pocas cosas existen y es en
las redes donde las vemos y ellos en las redes no están.
Nunca actualizaron su currículum, nunca tomaron un
curso de algo nuevo. Son náufragos a la deriva. No pasaron por otras
entrevistas laborales, no tuvieron esa comunicación permanente que tienen los
vendedores con sus clientes y con el mundo que los rodea.
Cuando dirigí una fuerza de ventas de un
distribuidor mayorista en el 2000 ningún vendedor tenía correo electrónico. No
esperé a que abrieran uno. Les abrí uno yo a cada vendedor y aún hoy algunos la
conservan como su cuenta. Y les dije que era lo que se venía, que se pusieran
al día, que se familiarizaran con el botón Responder, Reenviar, Con copia, etc.
Y los bombardee con correos, publicaciones, chistes. Después llegó para
quedarse la obligación de pasar los pedidos por sistema y enviarlos por correo.
Ya estaban actualizados.
Hoy dirijo promotores y la idea no cambió.
Aprendieron a usar un documento compartido en un Drive, a subir fotos, a buscar
en las redes, a mejorar su comunicación en correos y reportes.
Cada jefe de área tiene la obligación de mejorar el nivel de sus dirigidos y actualizarlos de manera constante.