lunes, 15 de junio de 2009

Narices Rojas

En las reuniones generales quincenales practicábamos algunos ejercicios con el objetivo de entrenar, crear situciones, una especie de simulador de vuelo instalado en un ambiente común a todos.
En ese espacio no había límites para las actividades que se pudieran desarrollar.
Una noche, realizamos un ejercicio que había aprendido en una clase de clown con Cristina Moreira.
Invitamos a pasar a uno de los integrantes del equipo y le pedí que nos contara a grandes rasgos su historia personal. Este hombre empezó entrecortado, tartamudeando, con muchas vacilaciones. Lo dejé aproximadamente tres minutos que seguramente para él fueron una eternidad. Lo interrumpí. Le acerqué una máscara que tenía preparada y que le cubría el rostro en forma completa. Le pedí que continuara. Empezó otra manera de narrar desde allí. Con gestos, chistes, sin dudas. Le agradecí y lo invité a sentarse nuevamente con el resto.
Le pregunté al equipo qué había notado. Y habían notado la diferencia entre contar sin la máscara y el relato con la máscara colocada.
Tomé una bolsa que tenía con narices rojas de payasos y les dije: "esta es la máscara más pequeña que existe. Vamos a colocárnosla todos y terminar la reunión de ventas con ellas puestas"
La reunión fue otra distinta con cada uno de ellos con su nariz roja.
Al finalizar les propuse ir a cenar.
Fuimos con las narices rojas colocadas. Al entrar al restaurante 20 tipos ya grandes, con narices de payasos, el mozo dudaba en atendernos.
Un integrante se quedó sin cigarrillos y pidió si para ir hasta el kiosco podía quitarse la nariz. Le dijimos que no. Cruzó la avenida y desde el kiosco nos señalaba a nosotros que lo veíamos tratar de convencer al kiosquero que le abriera la ventanilla para atenderlo.
Cenamos y conversamos con las narices puestas.
Sugerí que tuvieran sus narices en los maletines, que éstas podían ser de muchísima utilidad en algún cliente donde se necesita cambiar la orientación de la comunicación, distenderla, sorprender para desviar el curso.
Fue hace unos años y no teníamos en los equipos de radio cámara digital incorporada para dejar reflejado ese momento.
Con seguridad puedo admitir que las narices oficiaron de mojón en la ruta de nuestro trabajo como equipo.

2 comentarios:

  1. Molo, me encanta leer tus relatos de la manera en que desafiás a los que trabajan con vos. Y me gusta sobre todo porque los desafiás a mirar y mirarse distinto y eso se lo llevan puesto para su vida, como las narices rojas.
    Caro

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  2. Un idolo q no necesita nariz roja

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