sábado, 8 de mayo de 2010

El motor del deseo

Antes de que llegaran las fiestas del 2003, reuní a mi equipo y le pedí que colocaran tres deseos realizables y con clara influencia de su acción personal, no esos universales donde nuestra incidencia es muy indirecta como: la paz en el mundo, el fin de la pobreza, etc. Algo que ellos pudieran concretar.
Tres deseos por cada uno de los quince integrantes conforman cuarenta y cinco.
Me asombré con el compromiso contraído por varios con renglones impresionantes: "Recuperar la relación con mi hija", "Tener un hijo", "Terminar los arreglos de mi casa", "Comenzar a convivir con mi novia".
Concentré los deseos en un documento de word. Ese documento fue ampliado al tamaño de un poster y colgado en la pared de mi oficina.
Pasaron los días. Entraban a mi oficina y decían: "cumplí mi deseo". Yo tomaba un marcador y tachaba el renglón correspondiente al deseo cumplido.
Quitamos el póster una tarde en que todos habíamos cumplido nuestros deseos.
A la vista de todos los que visitaban mi oficina, cumplió la función de un equipo electrógeno auxiliar, uno de esos que nos da energía cuando por alguna razón nos quedamos en las sombras.

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