viernes, 9 de julio de 2010

El pan y el trabajo de todos los días


Mucha gente espera que en un curso de Motivación y Liderazgo, se le transmitan fórmulas o recetas mágicas, claves con las que logren tomar atajos en el camino de la conducción de un equipo de trabajo.

No existen tales secretos ni fórmulas que certifiquen un método infalible.

Existe el trabajo disciplinado, riguroso, metódico, sistemático, la práctica constante para conseguir ensamblar un equipo, para alinearlo a las metas colectivas y los logros personales.

Hay pautas, si, pero no fórmulas. La estructura de un trabajo en equipo se lo logra con cimientos sólidos, invitando a la participación en la toma de decisiones, propiciando tormenta de ideas para resolver problemas o conflictos, delegando, generando clima de debate en las reuniones, compartiendo la información, alentando y poniendo en consideración de los dirigidos las virtudes individuales para que el efecto "contagio" las propague en el resto.

Hay quienes sostienen que las habilidades no se contagian. Dudo. Yo creo que un nivel de efectividad alto, naturalmente impulsa a los integrantes de un equipo a mantenerlo. Algunos entrenadores de fútbol aplican a rajatabla el concepto: equipo que gana, conserva su formación. En cambio, en un nivel de rendimiento bajo, aunque contemos con un par de estrellas que se destaquen del resto, lo más probable es que los destacados terminen siendo influenciados por la desmotivación general.

En el programa "Hablemos de fútbol", Roberto Perfumo sostenía que en los equipos en los que él participó, notó siempre como las nuevas incorporaciones al plantel se esforzaban por alcanzar el nivel superlativo de los mejores jugadores.

No hay fórmulas, no hay recetas. Hay un camino que exige una dedicación constante, una constante atención y perseverancia.

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